ASOCIACIÓN EL VOLCÁN

El surtidor

Hace dos años dos amigos viajaban en coche por una carretera solitaria. De repente, el motor dejó de funcionar y el coche se detuvo. Se habían quedado sin gasolina. Habían pasado junto a un surtidor de gasolina un par de minutos antes, y sabían que había otro surtidor algo más adelante. Como la carretera dibujaba varias curvas, no podían ver ninguno de los dos y no podían saber cual estaba más cerca. Tras un breve diálogo decidieron seguir adelante y los dos empujaron el vehículo. Después de algunos resbalones y no pocos sudores llegaron al surtidor, donde pudieron repostar.

Sorprendentemente, el año siguiente les volvió a suceder lo mismo. Resignados, volvieron a empujar hacia delante. Pero esta vez uno de ellos sólo simulaba que empujaba, sin hacerlo realmente. Finalmente llegaron al surtidor, aunque tardaron tres veces más, y el que había empujado de verdad enfermó a causa del esfuerzo.

El verano pasado repitieron el viaje, y de nuevo volvieron a quedarse sin gasolina. Malhumorados por tanta desgracia, uno de ellos propuso retroceder esta vez hasta el surtidor que quedaba atrás. El otro se opuso firmemente, insistiendo en empujar hacia el que había más adelante. Tras larga discusión uno de los amigos se situó en la parte trasera del vehículo y empujó hacía delante, pero el otro se colocó ante el capó y lo hizo con fuerza hacia atrás.

Han pasado cinco meses y todavía siguen allí.

Esto mismo ocurre cuando unos padres tratan de empujar a un hijo con trastorno de la personalidad hacia el surtidor de la recuperación. Si ambos empujan en la misma dirección, el avance será lento, y no sin sudores, pero llegarán al destino. En cambio, si solo uno de ellos empuja, el recorrido se hará desesperantemente largo. Y si cada uno empuja en una dirección, no se conseguirá mejoría alguna.