ASOCIACIÓN EL VOLCÁN

Del interesante artículo del Dr. Rubio, en la revista de El Volcán, me ha llamado especialmente la atención un párrafo, que por una parte rebaja las exageradas expectativas que a veces tenemos hacia los fármacos; y por otra subraya la importancia de algo que en buena medida está en nuestras manos, como familiares de los enfermos. Dice así:

Mantenemos a algunos pacientes sin principios activos, o sea con placebos, notando que es el sistema cotidiano de límites que tiene la Unidad el que contiene a estos pacientes, y no la medicación”.

Es decir, que en algunos pacientes resulta más efectiva la existencia de límites claros y coherentes que la propia medicación.

Durante un par de décadas las corrientes psicopedagógicas predominantes nos decían a los padres que ante todo no había que causar frustraciones a los hijos. Que había que dejarles crecer en la mayor libertad, permitir que decidieran ellos, y no contrariarles en exceso. Hoy en día existe un consenso casi total sobre la necesidad de establecer límites para los niños, entre otras razones porque madurar es aprender a tolerar las frustraciones.

Pero nuestros enfermos ya no son niños, sino jóvenes o adultos, de 20, 30 o 40 años. Si no siempre es fácil poner cortapisas a los deseos o iniciativas de un niño de 3, 7 o 10 años, hacerlo con personas adultas resulta una tarea que a menudo excede la capacidad o las fuerzas de muchos familiares.

Y sin embargo, puede hacerse –como lo demuestra la experiencia de la Unidad de Trastorno de la Personalidad-. Es decir, se trata de una tarea difícil, pero no imposible, aunque es preciso reconocer que la Unidad juega con ventaja. Dispone de un amplio equipo multidisciplinar; los enfermos se encuentran en un medio desconocido; y los profesionales de la Unidad les ofrecen atención y apoyo, pero no la devoción incondicional que solemos darles en la familia.

No obstante, es indudable que los familiares podríamos hacer mucho, si supiéramos cómo. Quizá la gran pregunta que a todos nos gustaría poder responder sea ¿quien enseña a las familias a poner límites a los “límites”?